domingo, 10 de septiembre de 2017

Contra la corrupción

Leíamos esta semana en un periódico que la batalla contra la corrupción no puede ser ganada del todo, entre otras cosas porque está en la propia naturaleza humana. Lo que hace falta, nos decía, es más poder externo, más coacción para obligarnos a ir por el buen camino: el autocontrol bienintencionado no existe. Pero esto no es verdad.

Nadie discute que siempre harán falta más medios contra la corrupción. Pero las leyes poco pueden hacer si no encuentran una cultura previa para la cual la corrupción es degradante y vergonzosa, una mala práctica que acaba con cualquier reputación. No sé si la buena voluntad será eficaz, sí sé que de poco han servido las leyes cuando la corrupción se ha visto y sentido como normal durante demasiados años. Ante frases como «todos son iguales», la posición no puede ser otra que «tonto el último». No existe ninguna naturaleza humana fija e inmutable, ningún gen de la corrupción. No nacemos buenos o malos, honrados o sinvergüenzas. Somos lo que la educación ha hecho de nosotros, nos decía Kant con razón. Por eso, el primer y más importante freno contra la corrupción es la educación. Todos lo saben, pero fíjense la barbaridad: no existe formación ética ni en primaria, ni en secundaria y solo un poco en la universidad, la maría de siempre. Hasta hace bien poco, en las escuelas de negocios, las prácticas corruptas se enseñaban como una forma más de competitividad. Si es la cultura la que construye nuestra naturaleza, la educación moral debe ser el primer objetivo y la familia el primer espacio para ponerla en práctica.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (08/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/corrupcion_1091877.html

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